Congo, el espejo del mundo, es mi gran obsesión. Fascinante, rico, extremo, es el punto donde el mundo entero se permite vulnerar todo tipo de derechos. Una guerra mundial silenciada, provocada y ahogada.
Llevo más de 10 años recorriéndolo y viviéndolo. Desde las minas y los bares, las universidades y las redacciones locales, desde los centros donde los jóvenes piensan y los intelectuales gritan, desde la selva y la ciudad. Entre las líneas del frente de guerra y los frentes de los que no llevan armas de fuego.
Llegué por primera vez a Congo en 2006, coincidiendo con las primeras elecciones desde la independencia y he visto como la esperanza se evaporaba, hasta llegar, hoy, a otro abismo.
La peor guerra del planeta es también la gran verguenza periodística.