Sudafrica Recorrido
He vivido seis años en Sudáfrica. En 2007 me instalé en Joburg -así le llamamos «los de casa» al pulmón del país: Johannesburgo- . Salía de la jungla congoleña y recuerdo las primeras impresiones como una sobredosis de lujo encapsulado entre alambres de espino.
El complejo «país del arco iris» sigue inventando cómo romper las barreras  sociales y económicas que dejó el aparthaid, un sistema que se abolió a principios de los 90 pero cuya estela sigue removiendo las aguas. En los hogares con jardineros, en la dirección de las empresas, en el imponente patio de la universidad o en los barrios de colores se huele la distancia abismal que permanece entre los infinitos mundos y razas que flirtean, estallan, susurran o se desconocen en Sudáfrica.
En Joburg se citan los extremos del mundo. Lujo y crimen se besan en una urbe que nació de buscavidas afiebrados de oro y que hoy sigue al ritmo voraz y jadeante de los luchadores de lo cotidiano.